La escenificación del Yacu Raymi (fiesta del agua) en los prehispánicos acueductos de Nazca (a 400 kilómetros al sur de Lima), con motivo del 14º aniversario de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) en el Perú y celebrarse el 22 de marzo el Día Mundial del Agua, hace rememorar la polémica en torno a que si dicha cultura, enclavada en el desierto sur de Perú, desapareció a causa de un gran inundación en el año 500 d.C. producto del cambio climático o sucumbió debido a la tala indiscriminada de sus bosques de huarango, provocando un desastre ecológico hace unos mil quinientos años, como señala un estudio de la Universidad de Cambridge, calificándolo como uno de los primeros atentados ambientalista de origen antropogénico en el mundo.
Es conocido que los nazca (también llamada Caxamarca) gestionaron muy bien el escaso recurso hídrico proveniente esporádicamente de los Andes centrales a través de los ríos. Pero lo hicieron mejor con las aguas subterráneas, por medio de un sofisticado sistema hidráulico “innovación tecnológica, formada por acueductos subterráneos que funcionaron mediante un sistema de galerías filtrantes (…) que capta por filtración el agua de la napa freática y la conducen por tramos subterráneos (incluso debajo de los ríos) y descubiertos hasta almacenarlos en una qocha (reservorio), para luego ser distribuida a los campos de cultivo” y el consumo humano, según Acueductos de Nasca, publicación del Ministerio de Cultura (2018)[1]
Este alto conocimiento hídrico adquirido en siete siglos de existencia, también les aconsejó que sus ciudades debían estar ubicados en partes altas y un tanto lejos de los ríos, lagos o lagunas (Cahuachi, la principal, está a una distancia de más de diez kilómetros del río Grande), previniendo posibles inundaciones. Por ello, vivieron 200 años más, después de la gran inundación.
Esto daría mayor validez a la teoría inglesa del suicidio ecológico por la destrucción del huarango, que no solo tenía ―y tiene― funciones ecológicas muy importantes (conservación del suelo, microclimas, barrera verde para los desastres aturales), sino también importante fuente de subsistencia para los nazcas (alimento, combustible, vivienda, vestido, fertilizantes, etc.).
Ni las ofrendas al dios Kon, con máscara de felino y forma humana sin huesos ni carne, pudo detener la desertificación de la zona y el abandono repentino de la gran ciudad de Cahuachi. Pero también respiraban sobre sus hombros los feroces guerreros Wari con ansias conquistadores, y un nuevo dios, Pachacámac, surgía para borrar todo lo creado por Kon, menos los inmensos dibujos en las pampas de Nasca, que algunos le otorgan origen extraterrestre (María Reich dijo que era un gran calendario astronómico de 50 kilómetros; y estudiosos japoneses, epicentro de ritualidad de varias culturas) y su conocimiento del agua.
(*Publicado en El Peruano 17.03.2022)